Me pasé un semáforo en rojo, por puro coraje, porque la verdad que ni
prisa traía. Estoy decepcionada, desencantada, irritada, molesta, simple
y sencillamente enojada, muy enojada. Enojada por que vivimos en un
país donde los fracasos son diarios.
¿Quién se atreve a decirme que piense positivo? ¿Qué no me moleste?
¿Porqué NO habría de enojarme, cuando hay tantas cosas por las cuales
quejarme?
Desde un litro de leche que te venden perdido y luego no te quieren
cambiar, hasta ir dos veces en la semana a Agua de Hermosillo y que te
contesten con las palabras más populares del año (que según muchos fue
“twitter”), que desde mi punto de vista son “No sé” y “Yo no fui” o “No
me fijé”, tener que ir nuevamente dentro de 6 días hábiles a que me
repitan esas malditas palabras y como ya es costumbre, no llegar a
ningún lado.
Estoy enojada de poner la direccional mientras voy manejando y que
el que va más atrás en el siguiente carril, “le meta la chancla”, para
ganarme, ¿Con que objetivo? Estoy hasta arriba de subirme al famoso y
tan esperado distribuidor vial, chueco e inclinado, tanto que te da
miedo subirte, sin embargo lo haces y ese mismo es un pretexto más para
bajar con “vuelito”, casi chocar a los que vienen del otro lado,
mientras que un policía se sienta cómodamente, calientito entre toda su
manteca, sentado con los brazos cruzados, con lentes puestos y me atrevo
a decir que está dormido.
México, nuestro hermoso país, desaprovechado y cochino, chueco,
brillando en el cielo y a nivel mundial en el top5 de los países más
corruptos del mundo, sin mencionar que ahora en es #2 de los países
donde la obesidad reina con corona de oro y diamantes, ¡Viva Burger
King! Ahora abierto las 24 horas, ¡Viva Papa John’s! con sus
ingredientes más frescos, ¡Viva!, deberíamos ponernos todos a dieta y
cumplirla, para así poder tener por lo menos UNA cosa menos de que
sentirnos avergonzados.
Estoy enojada porque todos se asustaron con la crisis, una crisis
que jamás se fue y ha estado con nosotros como parte de cada familia
mexicana, en el centro de la mesa a la hora de comer, enseguida de la
coca cola de 2 litros, nuestra valiosa y tan querida crisis, he
escuchado sobre ésta bendita palabra desde que tengo uso de razón,
pronto los niños dirán “crisis”, como su primera palabra, antes de decir
“mamá” o “papá”, la crisis tan versátil e interesante que debería tener
un lugar dentro de nuestra Constitución, esa pobre dama, la más
manoseada y cirujaneada de éste país, la moldeada a la entera
satisfacción y gusto del gordo en turno.
Bendita bonanza pintada de verde, blanco y rojo. Estoy enojada por
que cuando pasa la basura no se lleva lo nuestro, porque te chocan, te
gritan “pendeja” y se van, porque te llaman con falsas extorsiones,
porque los policías, al recurrir a ellos no te pueden resolver nada
“porque no tienen esa tecnología”, con ganas de regalarles la serie
completa de CSI para ver si aprenden algo, porque todos quieren
mordida, porque nadie te auxilia, porque todos somos así, porque gracias
a la tan valiosa contribución de cada uno, nuestro país está como está,
más mugroso que el mismo basurón, más feo que el perro más feo del
mundo, aaaaahh pero somos uno de los países “mas felices del mundo”,
pero el hot dog hermosillense figura en el mundo como el más rico, aaah
pero la carne asada más grande del mundo, puras cosas estúpidas por las
cuales sentirnos MUY ORGULLOSOS.
Estoy enojada porque creemos que porque el nombre del gobierno
cambia, las cosas van a cambiar, estoy enojada porque las cosas tontas
se resuelven, Dios guarde la hora le vayan a quitar la nalga a la
Guzmán, pero a nadie le importa buscar a los responsables de tragedias
como la de una guardería.
Estoy enojada que vayas al hospital, pagues 13 mil pesos y no te
diagnostiquen, pero gracias por cooperar con nuestro nuevo y hermoso
hospital.
Estoy enojada porque es nuestra culpa, porque es mi culpa que mi
país esté así, para empezar porque me pasé ese semáforo en rojo, sin
motivo, porque no quería esperarme 30 segundos frenada, porque no quería
agregar 30 segundos a los 40 minutos que ya había invertido en vano en
la fila de Agua de Hermosillo.
Estoy enojada porque por fín, después de tanta basura y
contaminación visual, en una ciudad donde el que tienen la manta más
grande, el letrero más brillante y grandote es el que gana, estoy
enojada porque al salirme de todo llego a mi guarida, mi refugio, donde
todo es como me gusta, como me encanta, mi casa, llego para relajarme y
encuentro una maldita fuga en la pared de la cocina, remojada como ella
sola, la odio y la quiero matar, solo que es una pared. Ahora tengo que
llamar a un plomero que me vea la cara y que no solucione el problema.
Y para colmo, la perra tiene diarrea.
Vivimos en un país donde si no traes dinero no vales, que si llegas a
una fiesta en donde no conoces a nadie y te auto presentas eres un
“loser”, donde si no eres amigo de “fulano”, nunca “brillarás en
sociedad”, y donde la gente cree que estás enojada porque no saliste en
el imparcial. Estoy enojada.
¿Qué no me enoje? Estoy enojada porque siempre he defendido a mi
país, porque siempre he defendido a la gente, porque siempre he
justificado nuestras fallas, porque siempre he creído que un día todo va
a mejorar, donde un día no voy a ver que alguien baja el vidrio de su
carro y tira una botella o cajetilla de cigarros, donde vamos a respetar
los señalamientos, que un día los límites de velocidad no van a ser
ridículos dentro de la ciudad, donde un día nos vamos a respetar, donde
un día vamos a ser civiles y no como una bola de animales, donde vamos a
entender que si queremos progresar hay que trabajar, entender que no
todo en la vida es gratis, que hay que vivirla plenamente pero no a las
costillas del que se chinga 12 horas al día lavando carros para darle de
comer a 5 hijos. Estoy enojada porque ya no puedo defender a éste país
que nos estamos acabando y a nadie le importa y son muy poquitos a los
que si les importa.
Estoy enojada por lo culpables que somos todos por todo. Porque
copiamos en el examen y porque regateamos todo lo que podemos, porque no
valoramos el trabajo de nadie más que el nuestro, aunque esté mal hecho
y sin ganas.